Iniciaré esta historia de una pandemia con una frase de Voltaire que siempre me ha dado mucho que pensar: La historia nunca se repite, el ser humano siempre. Es decir, la especie humana siempre tropieza con las mismas piedras.
¿Tú también crees, como Voltaire, que la especie humana siempre tropieza con los mismos tiranos, la misma ignorancia, el mismo miedo, la misma censura, las mismas mentiras, la misma manipulación?
Las pandemias, como la historia, tampoco se repiten de la misma manera, porque los virus mutan o la ciencia avanza para encontrar respuestas a lo que antes se ignoraba. Pero ¿qué pasa con las personas que viven esas tragedias? ¿Siguen comportándose de la misma manera a través de los tiempos para tropezar siempre con la misma piedra?
Te hablaré de una de las pandemias menos conocidas, pero que dejó una huella muy profunda en el inconsciente colectivo de la humanidad. Dejaré que tu misma saques tus propias conclusiones con respecto a si crees que es cierto que la historia cambia y los seres humanos se repiten, sobre todo, ahora que tienes cierta experiencia en pandemias. Compara la pandemia que conoces con esta y cuéntame tus impresiones.
Si nos sigues desde hace tiempo ya habrás adivinado que voy a hablarte de algo relacionado con la alimentación. Y no, en esta ocasión no te hablaré de la pandemia de la obesidad.
▶️ Historia de una pandemia misteriosa
La pandemia de la que quiero hablarte es, tal vez, la más antigua que se conoce, porque hay constancia de ella desde hace más de 2.500 años. Se sabe que los asirios también la utilizaron como arma biológica para intoxicar a sus enemigos.
Los brotes de esta pandemia siempre acontecían en los años de mucha humedad, sobre todo en primavera y otoño. Y, menuda casualidad, solía presentarse en períodos de recesión económica.
Uno de los últimos brotes ocurrió aquí en Galicia a mediados del siglo pasado, tras una intoxicación por comer empanada en una celebración social. En 1951 apareció el último brote registrado en Francia, en la localidad de Pont-Saint-Esprit en las proximidades de Aviñón, dejó 4 muertos y más de 2000 afectados.
Pero fue en la Edad Media cuando desató todo su terror. Esta pandemia también había llegado para quedarse.
La produce un hongo llamado Claviceps Purpurea. Es un parásito de muchas especies vegetales entre ellas los cereales, aunque tiene una especial predisposición por el centeno.
Los micelios del hongo invaden las semillas en una formación alargada que en Francia se conoce como ergot, se refiere al espolón del gallo, los galaicoportugueses le llamamos dentón o grao de corvo (grano de cuervo) entre otros muchos nombres, en español se conoce como cornezuelo del centeno.
Todos estos nombres hacen referencia a la forma que adquiere el parásito en el cereal y al dolor que se produce en los miembros durante la intoxicación.
Los micelios del hongo son muy ricos en alcaloides y la intoxicación ocurre por ingestión, porque al cosechar el cereal, también se recoge el hongo que sigue creciendo en el grano almacenado y no se destruyen con el calor al hornear el pan.
Estos alcaloides fueron utilizados para obtener ácido lisérgico, del se sintetizó el LSD que fue una famosa droga alucinógena muy popular en el siglo pasado y que los Beatles popularizaron en una canción. Lucy in the Sky with diamonds.
▶️ Una locura colectiva
Te imaginas las visiones que tenía la gente en la antigüedad o cualquier persona que consumiese pan parasitado por el hongo y no supiese lo que le ocurría. En aquel entonces pensaría que era víctima de un hechizo del diablo que quería apoderarse de su alma. Hoy en día pensaríamos que estaba al inicio de una locura con unos delirios terroríficos.
La historia nos dice que aquellas gentes de la Edad Media pensaban que la enfermedad se debía a una posesión diabólica.
En aquella época lejana le llamaron fuego del demonio o fuego del infierno, para popularizarse también con los nombres de los santos a los que se encomendaban por entonces, fuego de San Antonio o fuego de San Marcial, este último, sobre todo en la Aquitania francesa ya que era el santo que contaba con más reliquias en la región.
En Aquitania durante uno de los brotes, llegó a morir el 50% de la población. Normalmente la mortalidad solía ser de entre un 10 a un 20 %, que ya es bastante.
Las reliquias eran restos de los santos como dientes, huesos o dedos. Recuerdo que en algún lugar de Europa tenían como reliquia una pluma del ala de un Ángel. Habían hecho creer a la gente que aquellos restos tenían la capacidad de hacer milagros.
Aquellas reliquias eran muy importantes porque le daban prestigio a quien las poseía, ya fuese la catedral, la iglesia o el monasterio. Mucha gente peregrinaba desde lugares muy lejanos y dejaba limosnas para pedir la intervención divina. La fe de entonces era una fuerza económica como es el turismo en la actualidad. Incluso había un mercado de reliquias muy importante, muchas de las cuales eran falsificaciones.
▶️ No todo lo que arde se quema:
El fuego del infierno era un nombre muy apropiado para la enfermedad, en Francia también se la conocía por «le mal des ardents» que significa la enfermedad de los que arden. Ya que esa era la sensación que tenían estas personas.
Las extremidades se quedaban sin riego sanguíneo arterial, se volvían pálidas y frías, entonces sentían un dolor intenso de tipo urente con hormigueos, que indicaban que al no recibir nutrientes a través de la sangre, las células empezaban a morir, el sistema de limpieza del organismo libera enzimas que tratan de digerir el tejido muerto. Entonces aparecía la sensación de calor con una comezón tan intensa que daba la sensación de estar ardiendo.
Cuando la sangre atrapada en la extremidad perdía todo el oxígeno, las extremidades se volvían cianóticas, de un color amoratado que indicaban que el riego sanguíneo se había detenido. Era imposible encontrarles el pulso, se producía una gangrena seca a consecuencia de la cual perdían la extremidad. Muchas crónicas relatan que la extremidad se desprendía del cuerpo por algo tan simple como un golpe. Había un poquito de sangre que salía del muñón y nada más. Luego, los afectados, solían fallecer.
Casi siempre afectaba a las dos extremidades ya fuesen las superiores o las inferiores.
El significado que tenía para aquellas gentes es difícil de imaginar hoy en día. En aquella época era frecuentes las incursiones guerreras entre señores feudales vecinos. En lugar de sitiar un castillo, era costumbre cortarles las manos o los pies a los campesinos que trabajan al servicio del noble rival, para así disminuir la productividad de sus tierras y disminuir sus rentas, porque aquellas personas al no poder trabajar, no pagaban impuestos para enriquecer a su señor.
▶️ Historia de una pandemia: la ira de Dios
La enfermedad hacía lo mismo que los nobles. Más que una enfermedad era un castigo y así se lo vendían las autoridades a aquella buena gente. Les decían que era un castigo de Dios por haber pecado.
Hacían recaer la culpa de la enfermedad sobre el enfermo. Además era un estigma que indicaba que el afectado era un pecador. No era extraño que pensasen: «Algo habrá hecho para estar así. Dios lo castigó por sus pecados. No podía ser buena persona si ha recibido un castigo divino».
Era la famosa ira de Dios que enviaba castigos a los humanos por ser tan pecadores. Esa era la versión oficial. Trataban de volver la pandemia contra los propios afectados, ya que consideraban que no eran las víctimas de la enfermedad, sino los verdaderos causantes de la misma: Ellos y sus pecados.
El miedo al contagio o a un demonio que saliese del cuerpo de un enfermo para poseer un cuerpo sano, hizo que la solidaridad desapareciera. La solidaridad era el valor social más importante que tenía aquella gente. Los nobles tenían el control político, militar y económico, pero los humildes tenían una enorme fuerza social gracias a la solidaridad. Los poderosos temían esa fortaleza social.
▶️ Miedo, negocio y pandemia:
El miedo a la ira de Dios y el miedo a la posesión diabólica se encargaron de aniquilar la solidaridad. De esa manera apareció el aislamiento social como resultado.
La medicina de entonces creía en la influencia de los astros y la influencia de los humores, que eran unos líquidos que recorrían el organismo. Los médicos de entonces consideraban que su misión solamente consistía en aliviar al paciente, porque era Dios el que curaba.
Ya te imaginas lo que ocurría si en la catedral tenían alguna reliquia de un santo. Las personas más humildes iban en peregrinación, hacían una cola interminable para dejar una limosna. Por el camino pagaban peajes al cruzar un puente o atravesar las propiedades de algún noble, así iban dejando su dinero por donde pasaban.
Organizaron un gran negocio con el miedo que tenía la gente a enfermar. Además el fuego de San Antón afectaba a las personas más humildes, porque comían pan de centeno, que es más oscuro que el de trigo y se parasitaba por el hongo con más frecuencia. Era muy difícil distinguir a simple vista si el pan estaba parasitado. Los poderosos comían pan de trigo que no estaba parasitado y tenía un aspecto blanquecino.
Además el centeno crece en terrenos en los que no crecería ningún otro cereal, lo que posiblemente contribuyó a que su cultivo se extendiese. Los campos de trigo se dedicaron a la producción para las clases sociales más elevadas quedando el centeno para las clases más humildes y el ganado.
Dado que el cornezuelo oscurece la harina y que la harina de trigo se destinaba al pan blanco, es normal que hubiese una diferencia de clases en la incidencia de la enfermedad.
▶️ Historia de una pandemia: las distintas versiones conocidas
En aquella época los campesinos no dejaban pastar al ganado de producción lechera cerca de los campos de centeno, porque habían observado que dejaba de producir leche. Lo achacaron a algún duende maléfico que vivía entre el centeno porque desconocían que ese era otro de los efectos de los alcaloides del cornezuelo.
En aquella época estaban convencidos de que la magia era parte de la realidad.
Aquel Dios vengador parecía clasista, pero no era Dios, sino el significado que le daban, a la pandemia, los poderosos que utilizaban la fe y la ignorancia para manipular a aquellas buenas gentes.
El nombre de la enfermedad relativo al fuego era muy sugerente porque creían que las extremidades se consumían por un fuego interno, debido al dolor con sensación de quemazón. Además sucedía que la gangrena hacía que las extremidades se volviesen negras como si se hubiesen carbonizado, quedando muy bien definidas las partes sanas y las enfermas, lo que respaldaba la creencia de que las consumía un misterioso fuego interior.
También se produjeron muchos abortos espontáneos a consecuencia de los alcaloides del hongo porque aumentaba la fuerza y la cantidad de contracciones del útero. Tampoco era raro que muchas mujeres, las parteras sobre todo, o las hechiceras que eran herederas de la medicina de los druidas, utilizasen el micelio del hongo para prevenir las hemorragias tras el parto e incluso para facilitarlo, porque los alcaloides favorece la contracción del útero.
Aquellas curanderas eran personas marginales que no tenían ninguna transcendencia social, salvo para quemarlas en la hoguera por brujería. Posiblemente ellas sí sabían lo que estaba ocurriendo, porque conocían la intoxicación por el hongo. Las personas que utilizan los remedios naturales más potentes conocen muy bien su toxicidad. En China y gran parte de Asia también utilizaban el hongo en los partos e incluso en la Grecia clásica.
Más al este de Europa la enfermedad era distinta porque los alcaloides variaban en composición. Allí los síntomas eran contracturas musculares muy intensas y dolorosas, las personas quedaban como congeladas en posturas extrañas, tenían hormigueos y en ocasiones en la que los músculos de la zona se contraían y relajaban de forma involuntaria, daban la impresión de que tenían gusanos o diablillos bajo la piel.
Ambas formas de presentación se acompañaban de trastornos psiquiátricos como los comportamientos maníacos, la psicosis, alucinaciones o la percepción alterada del espacio.
La enfermedad vascular del oeste europeo, la espasmódica de Alemania y los países del este, los abortos espontáneos y los delirios todo era la misma enfermedad pero entonces no lo sabían.
▶️ Pandemia y tratamiento:
Las autoridades de entonces impedían hacer autopsias porque se consideraba una profanación del cadáver. Los poderosos utilizaban la religión como una ideología para manipular a estas personas.
Las recomendaciones oficiales eran acudir a las procesiones de las reliquias, asistir a misa y dejar limosna.
La buena gente acudía provista de un buen pan de centeno con el que invitar a su prójimo y ejercer la caridad cristiana, lo que favoreció que la intoxicación se extendiese.
Tienes que saber que el camino a la iglesia local era largo y la costumbre era viajar bien pertrechados de un buen pan y vino porque iban a pasar todo el día lejos de su hogar.
Otra recomendación era el ayuno como penitencia, que era muy eficaz, porque así no comían pan de centeno lo que aliviaba los síntomas temporalmente. Lo malo es que muchas personas hacían ayuno todo el año, porque la economía no daba para más, por lo que solían saltarse los preceptos eclesiásticos. Además las religiones paganas seguían muy presentes en aquella sociedad a pesar de la preponderancia del cristianismo.
El centeno en aquella época era considerado casi una planta silvestre que solo consumían los más pobres y el ganado. Era un alimento que indicaba poca categoría social.
▶️ Manipulación social:
El peligro era que a pesar de las recomendaciones de rezos y penitencias, la epidemia no cesaba. Además los miembros del clero más humildes también estaban afectados y muchos llevaban una vida muy austera, en absoluto eran pecadores merecedores de la ira de Dios. Eso hizo que las buenas gentes no se creyesen la interpretación oficial.
Ante el temor a una revuelta, los poderosos tuvieron la genial idea de decir que aquellos hombre santos posiblemente habían pecado con el pensamiento y todo arreglado. La versión oficial sobrevivió un día más para volver a ser cuestionada.
Como la pandemia no cesaba, las autoridades hicieron la recomendación de hacer el Camino de Santiago como penitencia. Aquellos que aún conservaban los pies emprendieron el camino y el santo obró el milagro, porque regresaban curados de la enfermedad, para volver a contagiarse a su regreso.
Nada más entrar en España los síntomas mejoraban muchísimo, pero no era por el sol, ni la sangría, ni por la intervención del apóstol. Es que no comían pan de centeno. Además la Orden Hospitalaria de San Antonio había creado hospitales por toda Europa para combatir la pandemia y hay que reconocer que el trabajo de los monjes fue excelente, esto hizo que el nombre de la enfermedad se vínculase al nombre del santo.
▶️ La verdad.
En 1596 el médico alemán Wendelin Thelius relacionó la enfermedad con el consumo de grano contaminado. Con la introducción del cultivo de la patata en Europa la enfermedad empezó a declinar, pero aún sigue entre nosotros y seguirá ya que los alcaloides del cornezuelo forman parte de varios medicamentos y no es raro ver casos de sobredosificación.
Aunque el dr. Wendelin en 1596 señaló la causa de la enfermedad, en torno al año 1700 el clero aún discutía si la forma de enfermedad típica de Alemania con contracturas y convulsiones era una posesión diabólica o una enfermedad.
Hoy en día se practica la medicina basada en la evidencia. Cuando se quiere averiguar la eficacia de un tratamiento se compara a una población que lo recibe con otra población que no lo recibe, y se ven las cifras de mortalidad y de contagios.
Si el tratamiento es eficaz se comprobará que la población que ha recibido el tratamiento ha tenido menos mortalidad y contagios. Es decir habría poblaciones o países en los que la población habría desaparecido completamente, frente a países en los que la enfermedad habría pasado desapercibida. Si esto no ocurriese de manera evidente es que el tratamiento no era eficaz.
Si en la Edad Media hubiesen practicado la medicina basada en la evidencia no hubiesen cometido el error de creer que el Camino de Santiago les había curado. No era el camino, era no consumir el pan de centeno y el buen hacer de los monjes.
▶️ El tratamiento
Los monjes de la orden de San Antonio daban pan blanco a los peregrinos en sus hospitales. Y además de las reliquias de San Antonio, que se consideraban milagrosas, también habían desarrollado tratamientos muy eficaces para la época, como unos eficaces vendajes de los muñones, técnicas quirúrgicas para las amputaciones y medicamentos a base de plantas de efecto vasodilatador para tratar de contrarrestar el efecto vasoconstrictor de los alcaloides.
Era muy famoso el Saint Vinage que se hacía con vino de la viña del monasterio y plantas maceradas en él, que se filtraba a través de los huesos del santo. A la gente le parecía que tenía que ser algo muy potente.
Pero en realidad el bálsamo de San Antonio, era mucho más eficaz. Consistía en una mezcla de 14 plantas sedativas, narcóticas y vasodilatadoras, mezcladas con vinagre y miel con las que preparaban ungüentos, emplastos o elixires. Pero desgraciadamente no era filtrado a través de las reliquias del santo por lo que no parecía tan milagroso como el anterior.
▶️ Causa y efecto
El que dos cosas ocurran a la vez no significa que una sea la causa de la otra, porque existe la casualidad o la sincronicidad como diría Jung. Por eso existe la medicina basada en la evidencia, porque los médicos también somos humanos y nos equivocamos en nuestras percepciones.
Para evitar caer en la superstición existe el método científico, sino aún seguiríamos tratando a nuestros pacientes con métodos ineficaces o enviándolos a hacer el Camino de Santiago, que después de todo no es ninguna mala idea.
Resulta irónico que los alcaloides de los que se sintetizó el LSD fuesen galaico portugueses porque este es el lugar del mundo donde que el hongo es más rico en alcaloides y es aquí donde también finaliza el Camino de Santiago.
Ahora te pediré que compares las dos pandemias y me des tu opinión, ¿crees que los humanos somos igual de torpes que en los tiempos más remotos y que lo único que evoluciona es la ciencia y el arte? ¿Crees que tropezamos siempre con la misma piedra?
Lo triste de las pandemias es que también afectan a las mentes de una manera que nadie se imagina.
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